viernes, 21 de enero de 2011

El amor secreto de Borges con una mendocina


Postales, cartas y poemas dirigidos a Susana Bombal, son el testimonio de una más que entrañable amistad entre el escritor y la dueña de una famosa estancia sanrafaelina.

"Querida Susana: mucho nos alegró tu carta, en la que está tu voz, como en todo lo que escribís", decía Jorge Luis Borges en una postal enviada desde Estados Unidos a su amiga y confidente, la escritora Susana Bombal. Era la década del ‘60 y en la quietud de la siesta mendocina la dama la recibió con manos temblorosas de emoción.

La estancia Los Álamos -en San Rafael- con su antigua casona, sus gruesas paredes de adobe y la diversidad de muebles traídos de Europa, fueron testigos silenciosos de la nostalgia que le despertaba a Susana la lejanía de su querido "Georgie", como firmaba el autor de Ficciones.



Alta, esbelta, amante de la literatura y de las artes, la elegante mujer había regresado a la vieja residencia familiar después de muchos años de ausencia. Sus días se repartían entre la búsqueda de cuadros de artistas vanguardistas de la época, su departamento y la quinta de Martínez en Buenos Aires, o los debates con escritores y críticos de las letras. Gran parte del año se refugiaba en Los Álamos, donde más tarde se dedicó a escribir, inspirada por el canto de los pájaros y el agua corriendo en las acequias, escapando "de la agitada, estridente y telefónica Buenos Aires", como dejó escrito.

Una extraña amistad, mezcla de amor y secretos, se deslizaba entre correspondencias, almuerzos y eternas charlas literarias bajo la luz de la luna. El remitente se repetía en aquellas cartas enviadas desde distintos puntos de América: era Borges, quien encontraba el tiempo para mandar cálidas palabras a la dueña de Los Álamos.

El ritmo de un foxtrot y la copa de champán derramada sobre el vestido blanco de Susana el 22 de octubre de 1943, marcaron el inicio de esa confidente relación, como cuenta en el relato "Mi encuentro con Borges". Años más tarde, al recibir el escritor su primer doctorado Honoris Causa en Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo, aparece inesperadamente en la estancia de los Bombal. En ese viaje -el único que realizara a San Rafael- lo acompañó su madre, Leonor.

Borges enamorado



"¡Cuánto extraño Los Álamos, desde esta insensata ciudad!", le escribió el poeta a Susana en los '70. La entrañable relación trascendía cualquier frontera a través de cartas y poemas. Aunque nunca admitieron más que una amistad, el escritor llevaba en cada viaje una foto de ella. Una postal es testimonio del profundo afecto: "He leído y releído tu carta. Sobre la cómoda que es blanca, tu retrato y el retrato de mi madre presiden mi sueño". En el cuarto del poeta en su casa de la calle Maipú, dos retratos de la dama reafirman este lazo de mutua admiración.

Las telas de Norah Borges -hermana del poeta- engalanan las paredes de la sala de la vieja casona Bombal. Una carbonilla de Raúl Soldi enmarca el antiguo escritorio. Allí, un libro de firmas ilustres y pensamientos profundos dan fe del paso de jóvenes artistas plásticos y escritores, como Marcos Aguinis o Félix Luna. "Domingo de Pascua, 21 de abril de 1957", resalta la rúbrica de Borges. En hojas anteriores se conservan, intactos, los versos de Manuel Mujica Láinez dedicados a la estancia y su gente.

"Cercana y lejana Susana: quiero agradecer tus releídas cartas. Abundo en noticias rarísimas. Mañana miércoles, a las 7 de la tarde, la municipalidad me nombrará "ciudadano ilustre" -¿qué será eso?- en compañía del doctor Leloir y de Fangio -corredor de automóviles-", escribía un Borges que se trasluce cálido y humilde detrás de sus palabras. Tanto él como Gabriela Mistral aconsejaron a Susana: "No traduzca más. Escriba".



Las despedidas epistolares denotan gran cariño y un trato casi íntimo: "Repartibles afectos. Un demorado abrazo", "No sé si vale la pena decirte que te extraño mucho. Tuyo Georgie". Quizá la muestra más clara del afecto del escritor por Susana es la posdata de una carta fechada en Buenos Aires, en febrero del ‘73: “Te extraño a las 10 y 20 y a todas horas”. Todas estas correspondencias aún están guardadas en la casona, devenida en un sitio para hacer agroturismo y museo a la vez.

Un mes y medio antes de la muerte del poeta ciego, Susana lo llamó por teléfono desde Buenos Aires a Ginebra. Borges, agradecido, le dice a su amiga del alma: "Sos uno de los seres que más he querido en el mundo".

Fuente : Diario Los Andes
Daniela Larregle
Domingo, 23 de diciembre de 2001

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