sábado, 20 de agosto de 2011

Borges y Emma Risso Platero



La soledad de Borges

Todo el mundo guarda una pluma de escribir", apuntó en sus memorias Joseph Conrad. Puede aplicarse a la protagonista de este libro que, sobre la consciencia crepuscular del ser, ha escrito el periodista y escritor uruguayo Fernando Loustaunau, llamado: "Emma el Karma de Borges" (Sudamericana). Se basa en la vida de esa dama culta, bella y andariega, para quien la felicidad y la infelicidad solía depender de un hombre al que dice no querer pero que fue el centro de su vida: el escritor Borges.

Emma Risso Platero fue y vino por países diversos así como vivió en nuestro céntrico Montevideo (de otros tiempos). Pero es en París donde comienzan y acaban estas memorias de una dama gobernada por los recuerdos y la soledad, la suya y la de Borges. Porque la soledad no es un sentimiento, ni siquiera transitorio, sino una forma de ser y padecer. Y eso es lo que Emma retrata tan admirablemente. Pinta a Borges mientras éste habita en su sueño. No podría no haberle querido, pues de otra manera no se explica que fuera una presencia tan obsesiva en su vida.

En toda novela no importan las aventuras que se cuentan. No, lo que importa, es "el estilo". Lo dice Jean d`Ormesson. Y es lo que ocurre en este caso, donde interesa lo casi secreto, lo imaginado, lo sentido y adivinado, porque la pasión es un sentimiento tensado al extremo.


Emma Risso Platero, diplomática uruguaya de vida intensa, vivió en Buenos Aires donde creció su amistad con Borges. Quizá hasta fue una novia de aquel hombre sin gracia y sin garbo, al que situaba en el extremo opuesto de un seductor. Un señor que preguntaba todo, y que le produce a veces escozor por ese sentido "apropiatorio" de las cosas que Borges tenía. Dibuja el retablo en torno al poeta, habitado por numerosas figuras, con quienes ella trabó amistad. La madre, doña Leonor, a la que Emma no estimaba mucho, o bien Petit de Murat, pariente del presidente Giró y de doña Leonor, a quien escribió un poema que, dicho sea de paso, Borges conoció porque, curiosamente, quien esto escribe se lo leyó.

No es amable con Borges, a quien le prologó un libro; y dice: "Es mucho menos inglés de lo que se supone. Vamos, de inglés, nada, pero que no me oiga. Además la suya es una literatura inglesa y heterosexual, algo que tiene mucho de contradictorio". Y también señala: "Sabe algo de los franceses, aunque menos de lo que piensa". Pero, de pronto, se conduele al advertir que: "Georgie no entendía que su Emita estaba más sola que un perro sarnoso". Y confiesa: "Jugó a que nos queríamos".

Borges es de esa estirpe de escritores cuya literatura supera a su vida. ¿Qué le fascinó tanto a esta mujer? Seguramente la valentía de un hombre que eligió la soledad. Pero este es un misterio más, que este monólogo (valioso retrato de una época por la cual se expande con sabiduría) busca desvelar, entre otras sorpresas. Porque ya se sabe que no es lo mismo describir una lágrima que los sentimientos en la que nace.

Fuente : El País Digital - Uruguay
Ruben Loza Aguerrebere
10-06-2010

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